Este año 2024 se celebra el centenario de la muerte de Franz Kafka. Se prevén publicaciones de sus cartas en Galaxia Gutenberg, de sus aforismos en Acantilado, de sus cuentos en Páginas de Espuma, de nuevas ediciones de sus novelas en Nórdica o en Alianza, y otras que probablemente no tenga en el radar.
Dicho de otro modo: Kafka está vivo, toda vez que hablamos de, probablemente, el autor que más ha influenciado los párrafos del XX y el XXI. Su capacidad para captar la tiniebla que esconde esa otra cara del mundo, esa cara que no se ve y que vive de sueños, de miedos, de un subconsciente temible, le convierte en un autor de cabecera para cualquiera que intente meter las perneras en el barro de la ficción. Su explosión coincide más o menos con la explosión del Surrealismo, de alguna manera dos armas sin las cuales la novela no hubiera podido guerrear después. Sin Kafka, ¿qué sería de Borges? ¿Y de García Márquez? ¿Qué hubiera pasado con Camus o con Kafka o con Kundera o con Roth? ¿Cómo hubiésemos sobrevivido los lectores?
Pero, de todos los homenajes que probablemente se le dedicarán a Franz Kafka, quizá el más profundo y trascendente llegue por parte de la propia realidad. «Kafkiano», pese a ser uno de los epónimos más manoseados, es de lejos el que mejor se adapta a este presente nuestro con guerras, enfermedad, censuras y, en resumen, angustias y miedo. Como siempre, será la vida real, la que escapa de páginas y párrafos, la encargada de colocar sus Gregor Samsas y sus Josefs K en el centro del candelero. Serán sus mismos pasos grotescos los que nos guíen, sus mismas figuras deformadas, sus miradas borrosas que ponen una pupila en la verdad y otra en la mentira. Y seremos nosotros, usted y yo, quienes nos haremos cargo de la aflicción y la ansiedad que desprendan. Así que preparémonos, querido lector, para otro año kafkiano más. Y hagámoslo con la mejor de las prácticas: leyendo al padre de este existencialismo angustioso. Sólo así podremos escapar, disponer, huir.
Cuenta Dora Diamant, el último amor de Franz Kafka, una anécdota que quizá defina perfectamente el espíritu del autor checo, ese espíritu que tan bien trasladó a su literatura. Explica Dora que la pareja visitaba con frecuencia un parque en Berlín, y que allí se encontraron en cierta ocasión con una niña que lloraba por haber perdido su muñeca. Kafka, absolutamente conmovido, le prometió a la cría que la muñeca no se había perdido, y le aseguró que simplemente se había marchado de viaje. Desde entonces, Kafka escribió diariamente a la niña una carta firmada por la muñeca, donde se daba cita todo ese mundo tan suyo: fantasía, angustia, melancolía, extravagancia. Sentencia Dora que semanas más tarde a la niña ya no le importaba la ausencia de su muñeca, centrada como estaba en ese mundo kafkiano que ya la había atrapado para siempre. ¿Acaso hay una anécdota que ilustre mejor el alma de la literatura?
Carlos Mayoral. Zenda
FRANZ KAFKA Y PRAGA
Este estupendo libro que me regaló mi hija Miriam, describe con detalle la trayectoria de Kafka y su identificación con la hermosa ciudad de Praga.
A orillas del río Moldava, Praga, la antigua capital del Reino de Bohemia, crece hacia ambos lados desde el siglo IX. Su historia es larga y melancólica: desde la presencia del Sacro Imperio Romano, pasando por el reinado de Carlos IV, su absorción por la monarquía de los Habsburgo, su sobrevivencia a la Guerra de los 30 años en el siglo XVII, hasta su ocupación por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, su adhesión democrática al comunismo al final de la guerra, su rebelión al proponer un socialismo más humano durante la llamada Primavera de Praga, su posterior revolución de terciopelo y su conversión al capitalismo. La arquitectura de esta ciudad (románica, gótica, renacentista, barroca, moderna?) narra tales transformaciones, al igual que la obra de artistas e intelectuales que la vivieron y la reinventaron para que otros la aprehendiéramos. Aquí vivió Keppler, Mozart estrenó Las bodas de Fígaro, el pintor Mucha Alfons desarrolló su obra, el escritor francés Chateaubriand encontró refugio; Chopin compuso una mazurca, Karel ?apek escribió la Guerra de las Salamandras, Milán Kundera caminó con su padre por la Plaza Wenceslao y Franz Kafka reinventó la novela? Recorrer las calles de esta princesa imperial siguiendo las huellas de uno de los personajes más queridos de la República Checa, Kafka, puede ser más que un descubrimiento, un hallazgo.
El centro histórico de Praga está divido en cinco barrios (viejo, nuevo, judío, pequeño y el Castillo). Quizá podríamos empezar el recorrido en el (1) Museo de Kafka, en el Malá Strana (barrio pequeño), otra opción es comenzar en el (2) Puente de Carlos, desde donde se observa el Castillo. Camina hacia el Staré Msto (barrio viejo) sobre este puente construido con arenisca de Bohemia en el siglo XIV bajo el reinado de Carlos IV. A lo largo podrás observar 30 estatuas que fueron colocadas en el siglo XVI y que narran parte de la historia del reinado de Bohemia. Haz una parada frente a la (3) estatua de San Juan Nepomuceno, patrono de Praga, a quien le tienes que pedir regresar (y dicen que funciona). Desde aquí también podrás observar el (4) Národní Divadlo, el Teatro Nacional, de estilo neorrenacentista y reconstruido después de un incendio a finales del siglo XVII, Kafka lo frecuentaba. Después toma la calle Karlova, detente en el número 4, donde verás una (5) placa que explica que ahí vivió Kepler en 1600. Síguete por esta calle, una de las más concurridas del barrio viejo llena de boutiques y tiendas de suvenires, dobla en la calle Semi Náská a la izquierda y camina hasta Linhartská, que te conduce a la famosa (6) Torre del reloj astronómico. Siéntate en alguno de los cafecitos y espera a que dé la hora en punto para que contemples el espectáculo del reloj, cuyo mecanismo funciona desde 1338, en el que aparecen los 12 apóstoles, al terminar escucharás el canto de un gallo. Si tienes tiempo aprovecha y sube a la cima de la torre desde donde entenderás por qué se le nombra también «Ciudad de las cien torres».
Regresa a esta plaza, y unos pasos más adelante estarás en la Malé Nám?stí (Plaza Chica), los edificios que la rodean son verdaderas joyas arquitectónicas. Una de estas es la (7) Casa del Minuto, en este inmueble con una de las fachadas más hermosas de Praga (esgrafiados renacentistas) nacieron las tres hermanas de Kafka y aquí vivió su niñez. Un poco más adelante (déjate llevar por el trazo urbano antiguo) llegarás a la Plaza de la Ciudad Vieja, ahí en Staromestske 5, está la (8) Casa de Oppelt, uno de los tantos refugios de Kafka durante la Primera Guerra Mundial, aquí escribió Un artista del hambre. Más adelante, en el número 8/929, en lo que fuera el 9 Hotel Goldhammer se casaron los padres de Frank e instalaron su primera mercería, a unos pasos está la hermosa y ostentosa (10) Casa Smetana (548/20), en la que creció Julie, su madre. En el 17/551 está la (11) Casa del Unicornio, que fuera el punto de reunión de la comunidad intelectual judeoalemana, Kafka fue introducido a estas tertulias por Max Brod.
Muy cerca de ahí, en la calle ?elezná, está la (12) Karolinum, Universidad Carolina, donde estudiara Kafka. Ahora toma la calle Celetná, una de las más importantes en la vida del escritor: en el número 2/553 está la (13) Casa de Sixt (hoy Café Egon Erwin Kisch), donde vivió una corta temporada. En el 3/602 encontrarás la (14) Casa de los Tres Reyes, en el segundo piso estaba la habitación del joven Franz cuando en 1902 conoció a su gran amigo Max Brod. A unos pasos de esta que fuera su casa familiar por 15 años, en el 12/558 estaba el almacén mayorista de su padre.
Sigue por Céletna hasta la 15 Pra?na Brána (Torre de Pólvora, construcción gótica de 1495 en el campanario hay un restaurante. Regresa una cuadra, a tu izquierda verás el (16) Stavovské Divaldo (esquina de Rytí?ská y ?elezná), hoy Teatro de los Estados, antes Teatro Alemán; aquí, además de teatro y ópera, había cine, y Franz Kafka fue un espectador asiduo. En este rumbo haz una parada en (17) Grand Café Orient (Ovocny 19), única construcción cubista checa, su autor es Josef Go?ár. Hay museo, café y tienda, todo gira alrededor del cubismo, una delicia para la vista. En Hybernská 20 estaba el (18) cine Orient.
Regresa a la Plaza de la República, y detente a tomar un café y un postre en la (19) Obecní Dêm (la Casa Municipal), es uno de los edificios más hermosos de Praga de principio del siglo XX y alberga un cafetería, un restaurante francés y una sala de conciertos. La decoración art nouveau es simplemente sublime.
Camina por las callejuelas del Staré M?sto, puedes tomar la calle Halvickova, donde verás, entre otros edificios, al Hotel Imperial, el más lujoso durante la Chequia comunista. En este rumbo, en la calle Masná 16/100 estaba la (20) Escuela Primaria Alemana para varones a la que asistió el afamado escritor de que hablamos. Toma la calle Soukenická, que se convierte al pasar Revolucní en Dlouhá, en el 16/704 está la (21) Casa del Lucio Dorado, donde vivió un corto periodo en su juventud.
Unos cuantos pasos más y estarás en Josefov, el Barrio Judío (que merece una visita aparte), en V?ze?ská 9/859 estuvo el (22) Café Savoy, ahí conoció Frank a Jizchak Löwy, actor y director, con quien trabó una amistad para disgusto de su padre. Más adelante en la esquina con Dusní está, desde 2003, el monumento a Kafka. Si te metes por los recovecos del Josefov, en un departamento de Bílkova 10/868, empezó a escribir su novela El proceso.
Después dirígete al (23) Ayuntamiento Judío (Maiselova 18), en uno de los salones de fiesta Franz organizó una tarde en beneficio del grupo de actores dirigidos por su amigo Löwy. Son muchas las atracciones que puedes visitar en el barrio judío, pero déjalo para otra ocasión. Finaliza este recorrido por la Praga de Kafka en la (24) Námêstí Franze Kafky, en la esquina de las calles Kaprova y Maiselova, frente a la Casa de la Torre, donde nació Franz Kafka el 3 de julio de 1883. Después de esta larga caminata, nada como una buena comida tradicional checa. En la calle Koste?ná 4 está Kr?ma, una taberna única con el auténtico sabor local (www.krcma.cz). No dejes de probar su goulash y refrescarte con una cerveza Pilsner.
La Praga de Kafka, entrañable e imperial. National Geographic