Este fin de semana se cumplen 80 años de la liberación de París, un buen momento para recordar a aquella compañía de choque de uno de los batallones de la Segunda División Blindada del general Philippe Leclerc. Creada en Argelia en agosto de 1943, 360 hombres de 14 nacionalidades y una edad media de 27 años pasaron por sus filas en sus dos años de existencia. De ellos, 180 fueron españoles, la mayoría exiliados republicanos. Comandados por el capitán Raymond Dronne, participaron en el Desembarco de Normandía y lucharon con los alemanes en localidades como Écouché, donde sufrieron sus primeras bajas.

El 24 de agosto llegaron a París. El 25 tomaron los puntos neurálgicos de control alemán. En el Ayuntamiento ondearon la bandera francesa y la tricolor republicana, que también desplegaron en la embajada española. Al día siguiente, el general De Gaulle encabezó el desfile de la victoria, al que no faltó la Nueve. Después emprendieron rumbo a Alemania, hacia Berchtesgaden, refugio de Adolf Hitler. Allí recibieron la noticia del fin de la guerra. La dictadura de Franco, su primer y último objetivo, debía ser la siguiente parada, pero la dinámica de la Guerra Fría se impuso y nadie tuvo interés en ayudarlos. Aquellos jóvenes republicanos nunca regresaron a casa y su papel se perdió en el olvido.

El Pais. Pilar Mera.

Fragmentos de la novela: El exilio de Rosamunde

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Aparecieron decenas de vehículos todoterreno y tanques, sobre los que se habían encaramado jóvenes sonrientes que portaban banderas, destacando entre ellas la española republicana. Era la unidad acorazada del General Leclerc, la 9ª, con decenas de españoles. Muchos de los que lucharon defendiendo la República continuaron arriesgando sus vidas por la libertad.

—¡Viva España! —gritó Eliseo a los soldados de los tanques.

—¡Viva la República! —respondió uno de ellos, levantando el puño. 

Continuaron desfilando miles de soldados, respondiendo a los saludos de la multitud. En primera fila marchaba un grupo numeroso de autoridades civiles y, en el centro, sobresalía el General De Gaulle.

—Enrique, yo también grité ¡No pasarán! hasta desgañitarme, y sin embargo pasaron. Creímos que tras la caída de Hitler vendría la de Franco, y nos equivocamos. Ahora prefieren mantener al dictador para que contenga al comunismo, y yo no estoy dispuesto a seguir esperando. Siento una profunda melancolía, morriña, lejos de mi tierra, le mal de pays, como dicen los franceses. —Eliseo buscaba la comprensión de su amigo.