Los campos de concentración de Franco

“Quién olvida su historia esta condenado a repetirla”

La frase anterior escrita por el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana da la bienvenida a los visitantes del bloque número 4 del campo de Auschwitz.

El escritor español José María Pemán que fue un intelectual y propagandista franquista decía “Limpiad esta tierra de las hordas sin Patria y sin Dios”.

El propio general Franco dejó dicho que en una guerra como la que vivía España era preferible una ocupación sistemática de territorio, acompañada por una limpieza necesaria que una rápida victoria militar que deje al país infectado de adversarios.

El general Mola, en sus directrices previas al golpe, pidió “eliminar los elementos izquierdistas: comunistas, anarquistas, sindicalistas, masones...”. El objetivo era “El exterminio de los enemigos de España”.

Franco creó en España un centenar más de campos de concentración de los que se creía hasta ahora. Una investigación del periodista Carlos Hernández plasmada en su libro Los campos de concentración de Franco documenta 296 en total, a partir sobre todo de la apertura de nuevos archivos municipales y militares. Por los campos pasaron entre 700.000 y un millón de españoles que sufrieron “el hambre, las torturas, las enfermedades y la muerte”, la mayoría de ellos además fueron trabajadores forzosos en batallones de esclavos. Estuvieron abiertos desde horas después de la sublevación militar hasta bien entrada la dictadura.

Las Comisiones Clasificatorias que funcionaban en los campos eran las que determinaban el destino de los internados. Se investigaba a cada uno de los prisioneros, principalmente mediante informes de alcaldes, curas y de los jefes de la Guardia Civil y la Falange de las localidades natales.

- Los declarados afectos eran puestos en libertad.

- Los desafectos leves y sin responsabilidades políticas eran enviados a los batallones de trabajadores.

- Los desafectos graves iban a prisión y estaban a disposición de la Auditoría de Guerra para ser procesados por un tribunal militar.

- Los clasificados como delincuentes comunes eran enviados también a la cárcel.

Las cifras oficiales dadas por la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros, al finalizar la guerra civil, valoraba en alrededor de cien campos existentes, que retenían a 177.905 soldados enemigos prisioneros pendientes de clasificación procesal. La Inspección informaba también de que hasta entonces habían pasado por los campos 431.251 personas.En los campos de concentración de Franco se hacía una labor de “selección”. Se investigaba a cada uno de los prisioneros, principalmente mediante informes de alcaldes, curas, y de los jefes de la Guardia Civil y la Falange de las localidades natales. A partir de ahí, clasificaban a los prisioneros en tres grupos, en términos franquistas: los “forajidos”, considerados “irrecuperables”, iban directamente a juicio, en el que se les decretaba cárcel o paredón. Los “hermanos forzados”, es decir, los que creían en las ideas fascistas pero obligados a combatir en el bando republicano; y los “desafectos” o “bellacos engañados”, los que estaban del lado republicano pero los represores valoraban que no tenían una ideología firme y que eran “recuperables”.

Los “desafectos” poblaron de manera estable los campos de concentración y fueron condenados a trabajos forzosos. Durante la guerra estuvieron obligados a cavar trincheras, y al término del conflicto, principalmente a labores de reconstrucción de pueblos o vías. Sufrieron torturas físicas, psicológicas y lavados de cerebro: tenían que comulgar, ir a misa, o cantar diariamente el Cara al Sol, como ha documentado Hernández. También hay testimonios explícitos de hambrunas extremas, “la peor pesadilla de los prisioneros”, enfermedades como el tifus o tuberculosis y plagas de piojos. Muchos de ellos fueron asesinados en el propio campo o por tropas falangistas que iban a buscarles, y otros muchos no sobrevivieron a la falta de alimento, higiene y atención sanitaria.

El supervisor de todos estos campos fue el general Camilo Alonso Vega desde el año 1940. La principal función de los campos era la de retener a tantos prisioneros de guerra republicanos como fuera posible, y todos aquellos que fueran calificados de irrecuperables eran automáticamente ejecutados.

Muchos de los encargados de la represión o la administración en los campos habían sido víctimas en la zona republicana, y por este motivo destacaron por manifestar una voluntad de furia y venganza con los vencidos.

El supervisor de todos estos campos fue el general Camilo Alonso Vega desde el año 1940. La principal función de los campos era la de retener a tantos prisioneros de guerra republicanos como fuera posible, y todos aquellos que fueran calificados de irrecuperables eran automáticamente ejecutados.

Muchos de los encargados de la represión o la administración en los campos habían sido víctimas en la zona republicana, y por este motivo destacaron por manifestar una voluntad de furia y venganza con los vencidos.