Memorias de Adriano
La autora: Marguerite Yourcenar
(Marguerite de Crayencour; Bruselas, 1903 - isla de Mount Desert, Maine, Estados Unidos, 1987) Escritora francesa de origen belga. Huérfana de madre desde su nacimiento, fue llevada muy pronto a Francia por el padrE, quien, tras proporcionarle una educación bastante esmerada, la llevó siempre con él en el curso de su cosmopolita existencia, comunicándole su amor por los viajes. Cursó estudios universitarios, especializándose en cultura clásica, y empezó a publicar diez años antes del comienzo de la 2ª Guerra Mundial, aunque con escaso éxito
En 1939, la guerra sorprendió a Yourcenar en Estados Unidos; la autora decidió fijar su residencia en Maine, dedicándose en un principio a la enseñanza y adquiriendo la nacionalidad norteamericana en 1948.
Su fama como novelista se debe a dos grandes novelas históricas que tendrían gran resonancia. La primera es Memorias de Adriano (1951), reconstrucción histórica realizada con gran celo documental de la vida de Adriano, el más ilustrado de los emperadores romanos. Escrita a modo de carta dirigida como testamento espiritual a su sucesor designado, es una meditación del hombre sobre sí mismo, e ilustra el único remedio posible a la angustia de la muerte: la voluntad de vivir conscientemente, asumiendo el deber principal del hombre que es el perfeccionamiento interior. La otra fue Opus nigrum (1965), obra fruto de cuidadosas investigaciones que gira en torno a la figura del médico, alquimista y filósofo Zenón, intelectual enfrentado a los problemas del conocimiento.
Memorias de Adriano
La novela narra la vida y la muerte del emperador Adriano y está escrita en forma de epístolas que el propio Adriano escribe a su primo y sucesor Marco Aurelio. En sus cartas el emperador hace memoria de sus triunfos, sus éxitos militares y políticos y reflexiona acerca del arte y del amor. Se engloba por tanto dentro de un subgénero dentro de la novela histórica conocido como “falsas memorias”.
Al margen de que el retrato psicológico de Adriano sea en mayor o menor medida invención de la propia autora, la minuciosidad y precisión con que realiza dicho retrato, las reflexiones sobre la vida, la belleza, el arte o la muerte, y el buen hacer con que está escrita convierten a la obra en una de las novelas históricas imprescindibles para los amantes del género. La traducción al castellano la realizó con gran maestría Julio Cortázar.
La narración, que comienza con la fórmula «Querido Marco», adopta la manera de una larga epístola dividida en capítulos y va dirigida a su sucesor, Marco Aurelio a quien Adriano había adoptado como nieto, al hacerlo adoptar a su vez por su hijo adoptivo y sucesor inmediato, Antonino Pio. En ella, el emperador medita y reflexiona acerca de sus años de reinado, de sus triunfos militares, del amor, de la amistad, de la poesía, de la música, del arte, de los viajes, de la paz, de la pasión por su joven amante Antinoo y del dolor causado por su muerte. A este respecto, Yourcenar anotó en los Cuadernos de notas a las Memorias de Adriano la conocida frase del escritor francés: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre». Como ella misma confesaba: «Gran parte de mi vida transcurriría en el intento de definir, después de retratar, a ese hombre solo y al mismo tiempo vinculado con todo».