Párrafos de la novela Con los pies en el agua:

La gran purga ha comenzado. Los últimos han sido médicos, científicos y altos oficiales, acusados de intentar envenenar a Stalin. Están desapareciendo a miles, sin juicio, sin explicaciones. Nadie está seguro. Ni los más adictos pueden dormir tranquilos. Tienes suerte si te mandan a Siberia. A los de NKVD les dieron el visto bueno para torturar, con tal de conseguir confesiones. 

Durante el período de poder de Iósif Stalin en la Unión Soviética, especialmente entre finales de la década de 1920 y principios de la década de 1950, Rusia experimentó una fase de intensa represión y terror que tuvo un impacto profundo en la sociedad y la estructura del estado soviético. Este período, conocido como la Gran Purga o el Gran Terror, alcanzó su punto álgido entre 1936 y 1938. Fue caracterizado por la consolidación del poder absoluto de Stalin, la eliminación de opositores reales o percibidos, y la implementación de un estado policial sin precedentes.

Stalin utilizó al aparato estatal, incluyendo al NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, antecesor del KGB), para llevar a cabo arrestos masivos, deportaciones y ejecuciones. Los principales objetivos de estas purgas incluyeron a líderes del Partido Comunista, comandantes del Ejército Rojo, intelectuales, así como ciudadanos comunes, todos ellos acusados de ser “enemigos del pueblo”. Se llevaron a cabo juicios públicos, conocidos como los Juicios de Moscú, en los que antiguos altos cargos del Partido fueron acusados de traición y conspiración. La mayoría de los acusados fueron forzados a confesar bajo tortura o amenazas y fueron ejecutados o enviados a campos de trabajo forzado, conocidos como gulags.

El terror también se extendió a sectores de la población más amplios. Cientos de miles de personas fueron detenidas arbitrariamente y condenadas a los gulags, donde muchos murieron debido a las duras condiciones de trabajo y a la falta de alimentos. La atmósfera de paranoia y represión afectó todos los niveles de la sociedad soviética, destruyendo la confianza entre ciudadanos y creando un clima de miedo constante.

La motivación de Stalin para llevar a cabo este proceso de represión era en gran parte asegurar su poder y eliminar cualquier posible disidencia dentro del Partido y de la sociedad. A través de la centralización del poder y la eliminación sistemática de opositores, Stalin consolidó una dictadura totalitaria que controlaba todos los aspectos de la vida en la Unión Soviética. Esta etapa de terror tuvo consecuencias devastadoras para el desarrollo del país, ya que la eliminación de una gran parte de la élite intelectual y militar debilitó severamente la capacidad de liderazgo y contribuyó a un clima de estancamiento cultural y social.

Durante el período del poder de Stalin, los miembros del Partido Comunista de España (PCE) que se encontraban en la Unión Soviética vivieron una situación muy compleja, especialmente tras la derrota republicana en la Guerra Civil Española (1936-1939). Muchos comunistas españoles buscaron refugio en la URSS como aliados ideológicos, pero las políticas de represión y el clima de desconfianza promovido por Stalin afectaron profundamente a esta comunidad.

Extraído de la novela: Con los pies en el agua.

—No entiendo la actitud del comité español. Dolores debe conocer todo esto y lo justifica como necesario para alcanzar el objetivo supremo. Tengo miedo porque en algún momento nos va a tocar a nosotros —Inés reflexionaba en voz alta—. Tuve la torpeza de criticar en una reunión, el famoso acuerdo con los nazis y, pocos días después, me llamaron para “hablar conmigo”

Españoles en la Unión Soviética

Al finalizar la Guerra Civil, miles de refugiados españoles, entre ellos miembros del PCE, se trasladaron a la Unión Soviética con la esperanza de encontrar apoyo y seguridad. Al principio, algunos de ellos fueron recibidos y se les brindaron oportunidades para integrarse en la sociedad soviética, como la educación para los niños y trabajos en fábricas o en otras áreas productivas. Sin embargo, el ambiente de paranoia que caracterizaba el régimen de Stalin pronto alcanzó también a los exiliados.

Stalin, que era extremadamente desconfiado de cualquier elemento extranjero y temía el surgimiento de posibles opositores a su liderazgo, comenzó a sospechar de los comunistas españoles que habían llegado a la URSS. Muchos de estos refugiados fueron acusados de ser espías o de tener vínculos con enemigos del estado soviético, y algunos fueron víctimas de la represión y las purgas que Stalin implementaba en toda la sociedad. Las autoridades soviéticas arrestaron a varios miembros del PCE, quienes fueron sometidos a interrogatorios y en muchos casos enviados a campos de trabajo en Siberia o incluso ejecutados.

Figuras destacadas del PCE, como Jesús Hernández y otros dirigentes, vivieron en constante temor a ser purgados. El liderazgo del PCE en el exilio se mantuvo bajo estrecha vigilancia, y cualquier signo de desobediencia a la línea marcada por Stalin era motivo de sanciones severas. Incluso Santiago Carrillo, quien más tarde se convertiría en una figura clave en la política española durante la transición democrática, tuvo que maniobrar cuidadosamente para evitar caer en desgracia.

Los campos de trabajo forzado, los gulags, también recibieron a un número considerable de comunistas y republicanos españoles, quienes sufrieron junto a miles de otros prisioneros las duras condiciones de vida y trabajo. Los españoles, a pesar de ser en teoría camaradas ideológicos, no estaban exentos del clima de sospecha y purga que dominaba la Unión Soviética.

El control del estalinismo sobre los partidos comunistas extranjeros también implicó que el PCE fuera dirigido estrictamente según los intereses y las decisiones de Moscú. Las órdenes y directrices del Komintern, la Internacional Comunista, limitaban la autonomía del PCE, y el liderazgo del partido español debía alinearse con las cambiantes políticas soviéticas, incluso si esto significaba adoptar posiciones que no siempre eran beneficiosas para la causa en España.

En resumen, los comunistas españoles en la Unión Soviética durante el período de Stalin enfrentaron una situación ambivalente. Aunque inicialmente encontraron refugio, el ambiente de represión y desconfianza del estalinismo les afectó profundamente, sometiéndolos a vigilancia, arrestos, y, en muchos casos, a un destino trágico en los gulags o ante el pelotón de fusilamiento. Esta experiencia dejó una profunda huella en la comunidad de exiliados y marcó la relación del PCE con la URSS durante décadas posteriores.

Dolores Ibárruri

Durante la etapa de represión estalinista en la Unión Soviética, Dolores Ibárruri, conocida como “La Pasionaria”, jugó un papel significativo tanto en la política del Partido Comunista de España (PCE) como en el contexto internacional comunista. Tras la derrota republicana en la Guerra Civil Española, Ibárruri se exilió en la URSS, donde permaneció activa en el PCE y se convirtió en una figura prominente dentro del movimiento comunista internacional, aunque también tuvo que enfrentarse a las dificultades y tensiones del estalinismo.

Como secretaria general del PCE desde 1942, Ibárruri se alineó con la política de Stalin y la línea marcada por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Durante el período de las purgas, se mantuvo fiel al liderazgo soviético y, como muchos otros dirigentes comunistas de partidos extranjeros, tuvo que navegar cuidadosamente en un entorno de constante vigilancia y desconfianza. No existen pruebas concluyentes de que ella misma haya sido objetivo de la represión directa, pero sí tuvo que enfrentarse a la desaparición y el encarcelamiento de varios de sus compatriotas y camaradas en la URSS.

Ibárruri era consciente de las detenciones de algunos de los miembros del PCE, pero, al igual que otros líderes del Partido, no estaba en posición de oponerse a las órdenes de Stalin. De hecho, la estructura del PCE en el exilio estaba supeditada a la influencia del PCUS, y los dirigentes, incluida Ibárruri, se vieron obligados a seguir la línea marcada por Moscú, incluso si esto significaba apoyar decisiones difíciles o dolorosas para sus propios compañeros.

A pesar de la atmósfera de represión, Ibárruri continuó desempeñando un papel clave como símbolo de la resistencia antifascista y la lucha comunista. Mantuvo su liderazgo dentro del PCE, y su carisma y oratoria seguían siendo fundamentales para mantener el ánimo de los exiliados y promover la causa comunista. En el exilio, trabajó incansablemente por mantener viva la lucha contra el franquismo, con la esperanza de que algún día se pudiera restablecer la República en España.

La Pasionaria también se implicó en la organización de la educación de los niños refugiados españoles que se encontraban en la URSS, conocidos como los “Niños de la Guerra”. A través de su influencia, intentó garantizar que estos jóvenes recibieran formación y apoyo, aunque muchos de ellos también sufrieron las dificultades del régimen estalinista.

La relación de Ibárruri con el estalinismo fue compleja y ambivalente. Aunque fue una aliada leal y una figura destacada del movimiento comunista internacional, las purgas y la represión afectaron a su entorno personal y político. Sin embargo, debido a su alto perfil y su estrecha alineación con la dirección soviética, logró evitar las peores consecuencias de las purgas que sí sufrieron otros miembros del PCE.

Después de la muerte de Stalin en 1953, y particularmente con la desestalinización promovida por Nikita Jrushchov, Dolores Ibárruri se mantuvo en la Unión Soviética hasta 1960, cuando se trasladó a otros países del bloque comunista para seguir su actividad política en apoyo al PCE. Su figura y liderazgo sobrevivieron al estalinismo, y su retorno a España en 1977, después de la muerte de Franco, la convirtió en un símbolo del retorno de los ideales republicanos y comunistas en la transición democrática española.

La actitud y la subordinación de Dolores Ibárruri durante el período estalinista en la Unión Soviética reflejan la compleja situación en la que se encontraban muchos líderes comunistas extranjeros: una combinación de lealtad ideológica, dependencia política y, en cierto sentido, pragmatismo para garantizar la supervivencia del Partido Comunista de España (PCE) en el exilio. Un análisis crítico de su papel durante esta etapa revela tanto limitaciones como contradicciones en su actuación, muchas de ellas condicionadas por la realidad del régimen estalinista.

Por un lado, Ibárruri fue una aliada inquebrantable de la Unión Soviética y del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Esta lealtad era, en parte, una respuesta a la ayuda que la URSS había brindado a la causa republicana durante la Guerra Civil Española y al hecho de que el exilio español dependía de la URSS para subsistir. Sin embargo, esta subordinación también significó apoyar políticas de represión que afectaron a compañeros y miembros del PCE. La alineación de Ibárruri con la línea oficial estalinista implicó, en la práctica, la aceptación de las purgas y la represión en contra de miembros de su propio partido, quienes fueron acusados de deslealtad o de estar al servicio de intereses ajenos. Este tipo de decisiones no solo obedecían a la necesidad de mantenerse en una posición de poder dentro del PCE, sino también al temor de enfrentarse al régimen soviético y sufrir las mismas consecuencias.

Ibárruri nunca se manifestó públicamente en contra de las purgas de Stalin, lo cual se puede considerar, desde una perspectiva crítica, una señal de conformidad y falta de autonomía política. Este silencio y la incapacidad de proteger a los miembros de su partido que fueron víctimas de las represalias soviéticas la posicionaron como una figura comprometida más con la estructura del poder que con los principios de justicia y solidaridad que, en teoría, sostenía el movimiento comunista. Por lo tanto, su papel como líder tuvo claros límites en el contexto estalinista: su capacidad para tomar decisiones independientes estuvo severamente restringida, y esto la obligó a actuar de acuerdo con los dictados de Moscú, incluso cuando esas decisiones perjudicaban a los intereses de sus propios compañeros.

El caso de Ibárruri también revela una paradoja que caracterizó a muchos líderes comunistas durante el estalinismo: la defensa de una ideología emancipadora y de justicia social mientras aceptaban y justificaban métodos represivos y autoritarios que contradecían estos ideales. En ese sentido, Ibárruri, al igual que otros líderes comunistas internacionales, optó por priorizar la supervivencia del partido y la alianza con la URSS a costa de la autonomía y del bienestar de algunos de sus camaradas. Esto sugiere una postura pragmática, aunque también cuestionable desde un punto de vista moral, que se basó en la premisa de que la consolidación del poder comunista justificaba los medios empleados, incluso si estos medios significaban sacrificios humanos y la represión de quienes no se ajustaban a la línea establecida.

Por otro lado, también debe tenerse en cuenta que las circunstancias personales de Ibárruri y el contexto en el que se desenvolvió limitaban sus opciones. En una Unión Soviética marcada por la paranoia y el totalitarismo estalinista, cualquier atisbo de disidencia podía ser fatal, y el papel de los líderes extranjeros en el país estaba estrictamente controlado. La vida de Ibárruri y la del resto de la cúpula del PCE dependía del apoyo de las autoridades soviéticas, y el exilio les dejó pocas alternativas que no fueran la subordinación al poder de Stalin.

En última instancia, la actitud de subordinación de Ibárruri y su complicidad con el régimen estalinista reflejan los dilemas de los líderes comunistas atrapados entre el idealismo revolucionario y la realidad de un sistema autoritario. Su actuación, aunque coherente con la lealtad al bloque soviético, no estuvo libre de costos éticos y políticos. Esta complicidad contribuyó a perpetuar una visión del comunismo asociada al autoritarismo y a la represión, lo cual tuvo consecuencias negativas para la legitimidad del movimiento comunista tanto en España como a nivel internacional.

Resumen efectuado con ChatGPT 4,o; usando el promt: Actúa como un experto en historia de la Unión Soviética, de la etapa de Stalin y de los españoles del partido comunista en Rusia.

Bibliografía

1. "Cartas desde el Gulag: Julián Fuster Ribó, un español en la Unión Soviética" - Luiza Iordache

Este libro narra la trágica experiencia de Julián Fuster Ribó, un cirujano español que, tras huir a la URSS tras la Guerra Civil Española, fue acusado de "espionaje" y "agitación antisoviética", condenándolo a 20 años en el Gulag. La obra relata las condiciones extremas de su vida en los campos de trabajo, su participación en huelgas y la rebelión de Steplag en 1954, además de sus dificultades para adaptarse a la vida en la España franquista tras su liberación en 1955 y su posterior exilio en Cuba. Se incluyen cartas y documentos inéditos que ilustran su lucha interna y su desencanto con el régimen soviético.

2. "Mi fe se perdió en Moscú" - Enrique Castro Delgado

Enrique Castro Delgado fue uno de los dirigentes del Partido Comunista de España (PCE) que acabó desilusionado con la experiencia soviética. En este libro, Castro Delgado narra su llegada a Moscú como responsable de la emigración española y su desencanto progresivo con el sistema soviético. Describe la falta de libertades, la burocracia, y la traición a los ideales comunistas que él había defendido durante la Guerra Civil Española. La obra refleja la dura realidad a la que se enfrentaron muchos comunistas españoles que se exiliaron en la URSS buscando un refugio seguro y encontraron, en su lugar, represión y purgas. También publicó otra obra titulada Hombres made in Moscú, en la que confiesa sus errores y crímenes durante la represión en Madrid.

3. "Los Comunistas Españoles que Dejaron de Serlo en Moscú: el Paraíso Era el Infierno" - Diversos autores

Este libro aborda la experiencia de varios miembros del Partido Comunista de España en la Unión Soviética, centrándose en cómo la represión estalinista y las purgas internas acabaron con la fe de muchos en el sistema comunista. A través de diferentes testimonios y biografías, se explora cómo las falsas acusaciones, la cárcel y el exilio forzoso fueron el destino de muchos comunistas españoles que criticaron la realidad soviética o simplemente fueron víctimas de las luchas internas del partido. El texto muestra cómo aquellos que llegaron a Moscú con la esperanza de contribuir a la causa socialista se vieron atrapados en un infierno de traiciones y persecuciones.

4. "El exilio español en la Unión Soviética" - Varios autores

Este libro ofrece una visión general del exilio español en la URSS, abarcando la llegada de miles de niños, mujeres y combatientes republicanos que se refugiaron en la Unión Soviética tras la Guerra Civil Española. El libro examina las dificultades a las que se enfrentaron los refugiados, las divisiones dentro de la comunidad española en Moscú y las consecuencias de las políticas estalinistas sobre esta diáspora. También se tocan temas como el destino de los niños de la guerra, muchos de los cuales quedaron atrapados en un país que se volvió hostil con el tiempo.