25 de Agosto de 1946 ‘La Nueve’ entra en París
Aparecen decenas de vehículos todoterreno, tanques a los que se han encaramado jóvenes sonrientes que portan banderas, entre las que destacan la española republicana. Es la unidad acorazada del General Leclerc, la 9ª, con decenas de españoles. Muchos de los que pelearon defendiendo la República continuaron arriesgando sus vidas por la libertad.
—¡Viva España! —Eliseo grita a los soldados de los tanques.
—¡Viva la República! —ha contestado uno de ellos levantando el puño.
Extracto de la novela: El exilio de Rosamunde
25 de Agosto de 1946 ‘La Nueve’ entra en París
En la noche del 24 al 25 de agosto, las fuerzas aliadas que provenían de Normandía llegaron a las afueras de París. Por petición expresa de De Gaulle, la responsabilidad de liberar la ciudad debía recaer en manos francesas por lo que se encargó a la Segunda División Blindada del general Leclerc que entrase en la ciudad y depusiera cualquier foco de resistencia alemana o de fuerzas colaboracionistas. Sin embargo, y a pesar de la acción propagandística que se desarrolló posteriormente, los que abrieron la avanzadilla durante la liberación y entraron los primeros a París eran españoles.
Se trataba de la mítica Nueve, la compañía de choque de la división de Leclerc. Estaba compuesta por 160 miembros de los que 146 eran exiliados republicanos que salieron de España tras la derrota en la Guerra Civil y acabaron en algún lugar del sur de Francia o de sus territorios en África como Orán (Argelia). Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, decidieron unirse a cuerpos como la Legión Extranjera Francesa para seguir combatiendo el fascismo de alemanes e italianos y acabaron por agruparse en esta unidad.
Liderada por el capitán francés Raymond Dronne, el coronel español Armando Granell como mano derecha y la coordinación de Leclerc, la Nueve se convirtió en una de las unidades más valiosas de la Segunda División Blindada. Sus miembros, la mayoría de ellos militantes anarquistas, cargaban a sus espaldas la experiencia de tres años de guerra y lucha guerrillera y esto les hizo especialmente capaces dentro de un ejército con recursos limitados y tropas de formación muy irregular. Ya que la situación que había en París era prácticamente desconocida y no sabían que era lo que encontrarían dentro, decidieron que fuese la compañía de choque quien abriese el avance y asegurara el terreno.
Los parisinos pensaron que se trataba de americanos, pero su sorpresa llegó al ver que los blindados half-track y los tanques Sherman que avanzaban tenían nombres como Ebro‘’, ‘Brunete’, ‘España cañí’ o ‘Guadalajara’. Armando Granell fue el primer militar aliado en entrar en el ayuntamiento de la ciudad y aquella noche, los miembros de la Resistencia francesa y los republicanos españoles celebraron la liberación de París con canciones como ¡Ay, Carmela!. Sin embargo, la lucha no había terminado y se tuvo que hacer frente a numerosos focos de resistencia alemana que declinaban dar la ciudad por perdida. La máxima autoridad del Tercer Reich en París, Von Choltitz, se rindió ante los soldados de la Nueve después de haberse atrincherado en el Hotel Meurice. El 25 de agosto de 1944 se produjo la rendición oficial del gobierno de ocupación alemán y la bandera francesa volvió a ondear en París.
Hemingway y el bar del Ritz
Una de las anécdotas más curiosas de la liberación de París que no todo el mundo conoce es que el escritor estadounidense y Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway participó en la misma. El autor se encontraba en Europa como corresponsal de la revista Collier’s como corresponsal de guerra y había acompañado al 22º Regimiento de Infantería de los Estados Unidos en el desembarco de Normandía, por lo que siguió a las tropas aliadas durante su avance por territorio francés hasta París.
Hemingway pasó muchos años en la ciudad de la luz durante su juventud. Allí se introdujo en el ambiente de enriquecimiento cultural que se vivía en la capital francesa y comenzó a relacionarse con otros artistas, pensadores y creativos destacados de su tiempo como Ezra Pound, Gertrude Stein, James Joyce o Scott Fitzgerald. Fue precisamente gracias a este último, escritor y autor de El Gran Gatsby, como comenzó a visitar el bar del Hotel Ritz. Impulsivo, temerario y aficionado a los peligros, Ernest Hemingway fue dejando atrás su papel de observador y comenzó a implicarse en el conflicto hasta tal punto que solicitó a Leclerc un grupo de hombres para entrar en París durante la liberación.
Hemingway no buscaba alcanzar objetivos clave como el Hotel de Ville, sino que quería ser el primero en llegar al Hotel Ritz y liberar el bar en el que pasó tantos momentos en compañía de Fitzgerald. El 25 de agosto, Hemingway y un grupo de partisanos que se ofrecieron como voluntarios para acompañarle llegaron en jeep a la Place Vêndome, donde se encuentra el hotel. El escritor entró fusil en mano y descubrió, según le informó el director del lujoso establecimiento, que los alemanes se habían marchado durante la noche. Se dice que Hemingway, ante la noticia, dejó el arma fuera para cumplir las normas del hotel y pasó al bar para celebrarlo con sus hombres.
En 2018 se publicaría un cuento inédito de Hemingway que se conservaba en la Biblioteca John Fitzgerald Kennedy de Boston durante años y que el autor no quiso publicar porque lo encontraba “aburrido”. El relato, titulado A Room on the Garden Side (Una habitación en el lado del jardín) se basa en sus vivencias durante la liberación de París y narra las discusiones sobre literatura que el joven soldado Robert tiene con sus compañeros de armas en el brunch del Ritz, justo después de la liberación de París.
“Paris libérée”
El 26 de agosto de 1944, un día después de la rendición alemana y con la situación controlada en la ciudad, el general Charles De Gaulle recorría las calles de París desde el Arco del Triunfo hasta Notre Dame en un desfile de la victoria que fue recibido con furor por los parisinos. Los blindados de la Nueve, que habían sido los primeros en entrar a la ciudad, también encabezaron la marcha de celebración entre los vítores de los franceses por los que habían luchado. El primero de todos ellos, subido en un tanque era el coronel Armando Granell, a quien el propio De Gaulle decidió homenajear otorgándole esa posición de honor junto a sus hombres.
Los periódicos de la época cometieron el error de confundir a los españoles con soldados americanos, algo relativamente comprensible debido a la semejanza de uniformes y al desconocimiento del papel que los exiliados españoles habían jugado a lo largo de la contienda. Sin embargo, el recién creado gobierno provisional de De Gaulle consideró necesario un lavado de cara a lo ocurrido en Francia desde su derrota en 1940. Buscando retomar su posición privilegiada en el panorama internacional y viendo próxima la derrota de Hitler y el reparto del pastel entre los vencedores, se promovió una campaña propagandística en la que los colaboracionistas pasaban a ser un reducido grupo de traidores y se convertía a todo francés en un heroico miembro de las Fuerzas Francesas del Interior. París y toda Francia habían sido liberadas por los franceses y únicamente por los franceses.
El gobierno provisional reescribió el trágico relato de cómo su pueblo se había mantenido firme en su lucha contra el fascismo y dio la espalda a la ayuda que extranjeros comprometidos con la lucha como los miembros de la Nueve habían proporcionado, negándoles cualquier reconocimiento y dejándolos en el olvido durante años.
Extractado de: Muy Interesante, El País, La Vanguardia